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PAIS dice que los cómics de Bruguera no tendrían cabida hoy

 
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XXStranger
Agente sabueso


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MensajePublicado: 22/11/2020 19:58    Asunto: PAIS dice que los cómics de Bruguera no tendrían cabida hoy Responder citando

Cita:
¿Cómo podíamos reírnos del hambre, el maltrato o la muerte? Un repaso a aquellos tebeos que leíamos los españoles y hoy serían impensables


Era gracioso que el padre de Zipi y Zape les propinase palizas o los encerrase en un cuarto lleno de ratones. También que Carpanta no lograse comer o que en Don Pío hubiese violencia doméstica. Eran otros tiempos, otra España y estos tebeos eran celebrados por toda la familia

[img]https://imagenes.elpais.com/resizer/_TxqGGwuxxUkh9kfvr41ncqwxG0=/1500x0/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/5ITY35J3VBFHBDDECIRYVKIDXQ.jpg[/img]
Una asistenta de hogar a la que su señora trata de forma despreciable, dos niños fumando, un padre que los encierra en un cuarto lleno de ratas... y todo era humor. Eran los años cincuenta y estos tebeos triunfaban en España.MONTAJE: BLANCA LÓPEZ


Hubo un tiempo en el que los cómics en España se llamaban historietas o tebeos, eran casi tan influyentes como el cine y mucho más accesibles que la televisión. El momento dorado de estas novelas gráficas fue, tal vez, la posguerra. Después de la guerra civil, aunque no se imprimían tantos como en los años setenta –cuando circulaban seis millones de ejemplares cada mes–, se calcula que cada número era visto por unas veinte personas de media. Muchas fueron las generaciones que crecieron leyendo estas viñetas que retrataban la sociedad española de una época a través del hambre de Carpanta, la represión sexual de Las hermanas Gilda o la rectitud en la educación de Zipi y Zape. Historias sobre miseria y pobreza en un país conservador y hundido por la contienda, donde primaba la defensa de las costumbres, la importancia de guardar las apariencias en sociedad a toda costa y una honda brecha entre clases sociales. Temas que, sin embargo, supieron amoldarse a la censura, valiéndose de un humor tan mordaz como imaginativo.

Con un lenguaje y características propias, algo de acción y grandes dosis de costumbrismo, la cultura del tebeo fue todo un fenómeno en España presente durante décadas. Aún hay cierta influencia de estas historietas que van de los cincuenta a los ochenta que apostaron por un tipo de humor que, para muchos, no pasa de moda. Ejemplo de ello son sus continuadas adaptaciones al cine o a la televisión, como el éxito en taquilla de Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), el Makinavaja que encarnó Pajares en 1992 o, más recientemente, el largometraje que transformó a Dani Rovira en el personaje de Superlópez (2018).

Aquellas viñetas retrataban emblemas de aquel momento, como la aparición de las primeras televisiones en los hogares, el abarrotamiento del tranvía, el papel de los porteros en los edificios vecinales, la forma de llevar el luto en sociedad o el escándalo que despertaban actividades como el estraperlo. Aunque las primeras historietas fueron dibujadas por José Luis Pellicer alrededor de 1872 y se considera a Dominguín el primer tebeo español (1915), este género de narrativa gráfica empezó su andadura dos años más tarde con la aparición de TBO. Una revista que, a cinco céntimos de peseta, alcanzó una tirada de 220.000 ejemplares cuando llegó la guerra. Una cifra más que decente en un país en el que todavía una de cada cuatro personas era analfabeta.

Pulgarcito, revista de la editorial Bruguera, apareció en 1921 y se convirtió en un referente de la historia de los tebeos en nuestro país. A través de sus páginas, varias generaciones pudieron divertirse con las andanzas de Don Pío de José Peñarroya, el drama diario de Carpanta de José Escobar, las cómicas situaciones a las que se enfrentaba La familia Cebolleta, de Vázquez, las maldades de Doña Urraca, de Jorge, o las aventuras de los legendarios agentes secretos Mortadelo y Filemón, aparecidos en 1958.


[img]https://imagenes.elpais.com/resizer/O2DByvEuuLZAujsicWbTl7_WQHw=/1500x0/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/3JUA64CM2RHCBFQJ7GRIFQVMYM.jpg[/img]
Algunas de las viñetas en las que se muestra la crueldad que Don Pantuflo usaba cuando castigaba a sus hijos, Zipi y Zape.


Cuando llegó el conflicto civil entre las dos Españas, los tebeos empezaron a usarse como arma ideológica, aunque no dejaron de ser publicaciones dirigidas a niños. El ejemplo más vistoso lo tenemos en Flechas y Pelayos, de 1938: una revista infantil de temática guerrera y alta carga ideológica vinculada a la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. y dirigida por un fraile. En sus páginas, los protagonistas eran niños que luchaban –siempre con éxito– contra sus enemigos ideológicos, a quienes ridiculizaban. “¿Para qué tendré que estudiar si, para matar rojos, que es lo que yo quiero, no se necesita?” es una de las frases que más ha trascendido de la primera época de esta revista.

“Cuando el bando franquista gana la guerra, la Vicesecretaría de Educación Popular decide que a estas historietas se les tiene que conceder un permiso por cada número que se publique. En la época, el papel era un bien escaso y solo unas pocas, como Flechas y Pelayos, consiguieron ayudas para costearlo”, explica a ICON el divulgador y guionista de tebeos Antoni Guiral. El resto se verían obligadas a adquirir el papel a precios prohibitivos, lo que explica el reducido tamaño de revistas como Los mil y un cuentos (1949), con un formato más parecido a un cupón descuento que a una publicación.

Pero este tipo de revistas doctrinarias perdieron fuerza a partir de 1949 y algunas se han diluido en la memoria. Hoy son material de hemeroteca. Fueron las historietas que ofrecen una caricatura costumbrista sobre familias o en entornos de trabajo las que quedarían en el recuerdo de muchas generaciones. Este tipo de cómic irrumpe con personajes muy diversos, pero que suelen seguir un patrón común: antihéroes en búsqueda de dinero o de reconocimiento social, explotados laboralmente, maltratados por sus familiares, clientes o patrones y que se enfrentaban en cada entrega a situaciones inverosímiles que solían acabar mal.


Zipi y Zape: la infancia en la posguerra, ¿parodia o realidad hiperbólica?


daptación de los iconos decimonónicos Max und Moritz de Busch) sean los personajes más reconocibles del ilustrador, aunque también trasciende Carpanta (1947), Petra, criada para todo (1954), Doña Tula, suegra (1951), Blasa, portera de su casa (1957), Toby (1967) u otros menos conocidos como Doña Tomasa, con fruición, va y alquila su mansión (1959). En realidad, Escobar, que había pasado más de un año en la cárcel acusado de simpatizar con partidos anarquistas, llegó a crear más de 30 personajes. No solo se le reconoce por su prolífica carrera, sino que los historiadores le atribuyen el mérito de haber sabido burlar a la censura: a pesar de las sutiles críticas al sistema que escondían sus viñetas, el régimen franquista le permitió seguir publicando durante más de medio siglo en Bruguera. Editorial que, por cierto, no tuvo reparo en fichar a ilustradores que habían sido reconocidos republicanos, como el propio Escobar, y que contó con firmas en sus páginas como Gabriel García Márquez, Marcial Lafuente Estefanía o el fecundo dibujante Francisco Ibáñez.


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Las hermanas Gildas, un retrato (cómico, según el año en que se lea) de la represión sexual femenina de la posguerra.



Resulta curioso que entre el fin de la guerra y 1955 –año en el que aparece una legislación con normas más estrictas para el tratamiento de los relatos que recogían los tebeos–, temas como el abuso de poder entre empleado y patrón, violencia, precariedad o hambre se traten, aunque disfrazados de sátira, con tanta naturalidad. Será a partir de entonces cuando las viñetas comiencen a dulcificar la crítica y la violencia de los personajes.

Estos cómics, como Carpanta o Doña Urraca, de finales de los cuarenta, son un “espejo distorsionado de la realidad del momento”, explica Antoni Guiral. “Hoy ese humor sería políticamente incorrecto, pero entonces la censura no actúa, entre otras cosas porque falta legislación”. Ejemplo de ello son las primeras series de los gemelos Zipi y Zape, que nos pasean por la estricta educación del momento, con duros castigos infundidos por su padre. Entre ellos, obligarlos a tomar aceite de ricino o a pasar la noche en el “cuarto de los ratones”, golpearlos con la zapatilla, amén de dedicarles insultos como “batracio”, “berzotas” o “gaznápiro”.


El tijeretazo de la censura en los tebeos


En las primeras viñetas que se dibujaron, el padre, Don Pantuflo, dejaba a sus revoltosos gemelos atados en las vías del tren, intentaba quemarlos o los enviaba a la “sala de tormentos”. Más tarde se suavizaron estos castigos por otros más anecdóticos. Guiral explica que “no dejaba de ser una parodia, pero ahí quedaba, y es que la violencia en las familias era un recurso habitual; en Don Pío (1947), de Peñarroya o en Matrimonio Calasparra (1948) de Nadal, vemos esposas que propinan a sus maridos verdaderas palizas. Otro ejemplo claro lo tenemos en Don Berrinche, (1948) de Peñarroya: un malhumorado señor de buena posición, que siempre ejerce su autoridad valiéndose de un garrote con un afilado clavo, o en Doña Tula, suegra, también de Escobar, que refleja esa concepción de suegra agresiva y desagradable, la cual se dedica a maltratar a su yerno en todos los niveles”. Esta última acabó siendo prohibida por “atentar contra la indivisibilidad del matrimonio”.


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Publicado hace 3 horas (editado)







¿Cómo podíamos reírnos del hambre, el maltrato o la muerte? Un repaso a aquellos tebeos que leíamos los españoles y hoy serían impensables
Era gracioso que el padre de Zipi y Zape les propinase palizas o los encerrase en un cuarto lleno de ratones. También que Carpanta no lograse comer o que en Don Pío hubiese violencia doméstica. Eran otros tiempos, otra España y estos tebeos eran celebrados por toda la familia
Una asistenta de hogar a la que su señora trata de forma despreciable, dos niños fumando, un padre que los encierra en un cuarto lleno de ratas... y todo era humor. Eran los años cincuenta y estos tebeos triunfaban en España.

Una asistenta de hogar a la que su señora trata de forma despreciable, dos niños fumando, un padre que los encierra en un cuarto lleno de ratas... y todo era humor. Eran los años cincuenta y estos tebeos triunfaban en España.MONTAJE: BLANCA LÓPEZ











Hubo un tiempo en el que los cómics en España se llamaban historietas o tebeos, eran casi tan influyentes como el cine y mucho más accesibles que la televisión. El momento dorado de estas novelas gráficas fue, tal vez, la posguerra. Después de la guerra civil, aunque no se imprimían tantos como en los años setenta –cuando circulaban seis millones de ejemplares cada mes–, se calcula que cada número era visto por unas veinte personas de media. Muchas fueron las generaciones que crecieron leyendo estas viñetas que retrataban la sociedad española de una época a través del hambre de Carpanta, la represión sexual de Las hermanas Gilda o la rectitud en la educación de Zipi y Zape. Historias sobre miseria y pobreza en un país conservador y hundido por la contienda, donde primaba la defensa de las costumbres, la importancia de guardar las apariencias en sociedad a toda costa y una honda brecha entre clases sociales. Temas que, sin embargo, supieron amoldarse a la censura, valiéndose de un humor tan mordaz como imaginativo.

Con un lenguaje y características propias, algo de acción y grandes dosis de costumbrismo, la cultura del tebeo fue todo un fenómeno en España presente durante décadas. Aún hay cierta influencia de estas historietas que van de los cincuenta a los ochenta que apostaron por un tipo de humor que, para muchos, no pasa de moda. Ejemplo de ello son sus continuadas adaptaciones al cine o a la televisión, como el éxito en taquilla de Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), el Makinavaja que encarnó Pajares en 1992 o, más recientemente, el largometraje que transformó a Dani Rovira en el personaje de Superlópez (2018).

Aquellas viñetas retrataban emblemas de aquel momento, como la aparición de las primeras televisiones en los hogares, el abarrotamiento del tranvía, el papel de los porteros en los edificios vecinales, la forma de llevar el luto en sociedad o el escándalo que despertaban actividades como el estraperlo. Aunque las primeras historietas fueron dibujadas por José Luis Pellicer alrededor de 1872 y se considera a Dominguín el primer tebeo español (1915), este género de narrativa gráfica empezó su andadura dos años más tarde con la aparición de TBO. Una revista que, a cinco céntimos de peseta, alcanzó una tirada de 220.000 ejemplares cuando llegó la guerra. Una cifra más que decente en un país en el que todavía una de cada cuatro personas era analfabeta.

Pulgarcito, revista de la editorial Bruguera, apareció en 1921 y se convirtió en un referente de la historia de los tebeos en nuestro país. A través de sus páginas, varias generaciones pudieron divertirse con las andanzas de Don Pío de José Peñarroya, el drama diario de Carpanta de José Escobar, las cómicas situaciones a las que se enfrentaba La familia Cebolleta, de Vázquez, las maldades de Doña Urraca, de Jorge, o las aventuras de los legendarios agentes secretos Mortadelo y Filemón, aparecidos en 1958.

Algunas de las viñetas en las que se muestra la crueldad que Don Pantuflo usaba cuando castigaba a sus hijos, Zipi y Zape.Algunas de las viñetas en las que se muestra la crueldad que Don Pantuflo usaba cuando castigaba a sus hijos, Zipi y Zape.

Cuando llegó el conflicto civil entre las dos Españas, los tebeos empezaron a usarse como arma ideológica, aunque no dejaron de ser publicaciones dirigidas a niños. El ejemplo más vistoso lo tenemos en Flechas y Pelayos, de 1938: una revista infantil de temática guerrera y alta carga ideológica vinculada a la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. y dirigida por un fraile. En sus páginas, los protagonistas eran niños que luchaban –siempre con éxito– contra sus enemigos ideológicos, a quienes ridiculizaban. “¿Para qué tendré que estudiar si, para matar rojos, que es lo que yo quiero, no se necesita?” es una de las frases que más ha trascendido de la primera época de esta revista.

“Cuando el bando franquista gana la guerra, la Vicesecretaría de Educación Popular decide que a estas historietas se les tiene que conceder un permiso por cada número que se publique. En la época, el papel era un bien escaso y solo unas pocas, como Flechas y Pelayos, consiguieron ayudas para costearlo”, explica a ICON el divulgador y guionista de tebeos Antoni Guiral. El resto se verían obligadas a adquirir el papel a precios prohibitivos, lo que explica el reducido tamaño de revistas como Los mil y un cuentos (1949), con un formato más parecido a un cupón descuento que a una publicación.

Pero este tipo de revistas doctrinarias perdieron fuerza a partir de 1949 y algunas se han diluido en la memoria. Hoy son material de hemeroteca. Fueron las historietas que ofrecen una caricatura costumbrista sobre familias o en entornos de trabajo las que quedarían en el recuerdo de muchas generaciones. Este tipo de cómic irrumpe con personajes muy diversos, pero que suelen seguir un patrón común: antihéroes en búsqueda de dinero o de reconocimiento social, explotados laboralmente, maltratados por sus familiares, clientes o patrones y que se enfrentaban en cada entrega a situaciones inverosímiles que solían acabar mal.


Zipi y Zape: la infancia en la posguerra, ¿parodia o realidad hiperbólica?


José Escobar, considerado por muchos el maestro del cómic español y un influyente cronista de su época, retrató muchos de estos personajes. Quizá los gemelos Zipi y Zape (nacidos en 1948 y considerados una adaptación de los iconos decimonónicos Max und Moritz de Busch) sean los personajes más reconocibles del ilustrador, aunque también trasciende Carpanta (1947), Petra, criada para todo (1954), Doña Tula, suegra (1951), Blasa, portera de su casa (1957), Toby (1967) u otros menos conocidos como Doña Tomasa, con fruición, va y alquila su mansión (1959). En realidad, Escobar, que había pasado más de un año en la cárcel acusado de simpatizar con partidos anarquistas, llegó a crear más de 30 personajes. No solo se le reconoce por su prolífica carrera, sino que los historiadores le atribuyen el mérito de haber sabido burlar a la censura: a pesar de las sutiles críticas al sistema que escondían sus viñetas, el régimen franquista le permitió seguir publicando durante más de medio siglo en Bruguera. Editorial que, por cierto, no tuvo reparo en fichar a ilustradores que habían sido reconocidos republicanos, como el propio Escobar, y que contó con firmas en sus páginas como Gabriel García Márquez, Marcial Lafuente Estefanía o el fecundo dibujante Francisco Ibáñez.

Las hermanas Gildas, un retrato (cómico, según el año en que se lea) de la represión sexual femenina de la posguerra.Las hermanas Gildas, un retrato (cómico, según el año en que se lea) de la represión sexual femenina de la posguerra.

Resulta curioso que entre el fin de la guerra y 1955 –año en el que aparece una legislación con normas más estrictas para el tratamiento de los relatos que recogían los tebeos–, temas como el abuso de poder entre empleado y patrón, violencia, precariedad o hambre se traten, aunque disfrazados de sátira, con tanta naturalidad. Será a partir de entonces cuando las viñetas comiencen a dulcificar la crítica y la violencia de los personajes.

Estos cómics, como Carpanta o Doña Urraca, de finales de los cuarenta, son un “espejo distorsionado de la realidad del momento”, explica Antoni Guiral. “Hoy ese humor sería políticamente incorrecto, pero entonces la censura no actúa, entre otras cosas porque falta legislación”. Ejemplo de ello son las primeras series de los gemelos Zipi y Zape, que nos pasean por la estricta educación del momento, con duros castigos infundidos por su padre. Entre ellos, obligarlos a tomar aceite de ricino o a pasar la noche en el “cuarto de los ratones”, golpearlos con la zapatilla, amén de dedicarles insultos como “batracio”, “berzotas” o “gaznápiro”.


El tijeretazo de la censura en los tebeos


En las primeras viñetas que se dibujaron, el padre, Don Pantuflo, dejaba a sus revoltosos gemelos atados en las vías del tren, intentaba quemarlos o los enviaba a la “sala de tormentos”. Más tarde se suavizaron estos castigos por otros más anecdóticos. Guiral explica que “no dejaba de ser una parodia, pero ahí quedaba, y es que la violencia en las familias era un recurso habitual; en Don Pío (1947), de Peñarroya o en Matrimonio Calasparra (1948) de Nadal, vemos esposas que propinan a sus maridos verdaderas palizas. Otro ejemplo claro lo tenemos en Don Berrinche, (1948) de Peñarroya: un malhumorado señor de buena posición, que siempre ejerce su autoridad valiéndose de un garrote con un afilado clavo, o en Doña Tula, suegra, también de Escobar, que refleja esa concepción de suegra agresiva y desagradable, la cual se dedica a maltratar a su yerno en todos los niveles”. Esta última acabó siendo prohibida por “atentar contra la indivisibilidad del matrimonio”.

El caso de Carpanta, un hombre que vive bajo un puente y que nunca consigue saciar su hambre, es una de las muestras más significativas de este tipo de historietas. “Es muy curioso que la censura dejara pasar este tema durante tantos años”, explica Guiral, aunque a Carpanta también le llegó el momento de ser mal visto por los censores y a punto estuvo de desaparecer, puesto que, según argumentaron, España era “un país de abundancia en el que no se pasaba hambre”. Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón, relató lo siguiente: “En una escena de 13 Rue del Percebe, en la calle había un perro comiéndose tranquilamente un hueso. ¡Pues resultaba que aquel perro se estaba lamiendo su miembro viril! ¡Hostia! Llegaba un momento en que para hacer una línea recta te lo pensabas. ¿Cómo lo interpretarán estos señores de la censura?”.



[img]https://imagenes.elpais.com/resizer/Qs3FGEVMZr_v0Fj8_1xvaFyBObo=/1500x0/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/BX3MQDCGLBD3PD5EES5WWI3YLI.jpg[/img]
Niños cogidos por las orejas, niños secuestrados en un parque de ratas. Por aquel entonces era algo natural y divertido. Son viñetas que pertenecen a Zipi y Zape.



La legislación siguió endureciéndose después de 1967. A El Capitán Trueno (1956) le despojaron de sus armas, a uno de los personajes de 13 Rue del Percebe (un científico que creaba monstruos) lo eliminaron porque “solo Dios podía conceder vida” y el moño de una de Las hermanas Gilda fue acusado de fomentar el erotismo. Quizá la queja de la censura que menos se entendió fue la de La Familia Trapisonda (1958), un matrimonio que vivía con su hijo y su sobrino, y a quienes, de un día para otro, se les convirtió en hermanos, puesto que el matrimonio no podía “ser una fuente de conflictos”.

Asimismo obra de Francisco Ibáñez, 13, Rue del Percebe (1961), fue una de las series más alabadas e ingeniosas, por haber sabido recoger “todo un espectro sociológico del franquismo”. Entre ellos, el negociante al que le persiguen los acreedores, la mujer que realquila una y otra vez habitaciones de su piso –hoy, en la era de los minipisos y los escandalosos precios del alquiler, deja una interesante relectura–, el tendero que intenta engañar a sus clientes o el sastre desastre. Este retoma otro de los estereotipos: la incompetencia en lo profesional, algo visiblemente caracterizado en Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, serie que, un lustro más tarde, sería dibujada por el mismo autor.

Releyendo tantas historietas con una vasta galería de personajes, vemos prácticas y costumbres que hoy nos resultarían impensables. Hablamos de la forma de divertirse, la manera de retratar el alcohol o el tabaquismo, los eventos sociales, la familia, el colegio y, de forma muy llamativa, el papel de la mujer en los tebeos, casi siempre asociada al cuidado del hogar y de la familia. En estos años de boom nace en los tebeos un género nuevo: el cómic sentimental, cuyo argumento nos presenta a una joven cuyas únicas aspiraciones se basan en encontrar un marido que le solucione la vida. Mariló, Lupita y (en menor medida) Florita intentan ejemplificar este rol de la mujer española. En los sesenta empieza a variar un poco, incluso aparecen historietas en las que se narra la incorporación de mujeres a profesiones bien valoradas. Es el caso de Mary Noticias o Lilian, azafata del aire.


Del principio del fin del boom del tebeo hasta el día de hoy


La irrupción de nuevas fuentes de entretenimiento: la televisión, el videojuego y, más tarde, Internet, fueron paulatinamente privando al tebeo de la aceptación con la que un día contó. La democracia trajo la entrada y popularización de creaciones procedentes de otros países: especialmente los cómics norteamericanos y el manga japonés, como el éxito Dragon Ball. Con ello, las revistas españolas de tiras humorísticas se fueron despidiendo del mundo editorial. Valga como símbolo el adiós de la legendaria TBO en 1998, tras ocho décadas de publicación ininterrumpida. La gran excepción la encontramos en El Jueves, la única revista de este tipo que se mantiene en la actualidad. Nacida en plena transición, en 1977, el magazine satírico acumula cuatro décadas de presencia en kioscos, a pesar de sus problemas con la justicia (fue secuestrado por injurias) y vista con malos ojos por la Corona o por el Papa. Hoy cuenta con 434.000 lectores mensuales.

Aunque los tebeos siguen presentes en el sector del entretenimiento y se celebran encuentros tan relevantes como los Salones del Cómic (el más importante, el de Barcelona acogió a 112.000 visitantes en la última edición celebrada), su popularidad dista mucho de acercarse a la de los años dorados de la década de los cincuenta. Las cifras hablan por sí solas: con el 2,7% de facturación a nivel global en el sector editorial, en 2019 se publicaron aproximadamente 2.193 títulos de cómic en España y se vendieron unos 4.343 ejemplares en total. Aunque el 75% de los cómics que se leen en España son producciones extranjeras, la tendencia es alcista en comparación con los últimos años y España sigue siendo uno de los países europeos con un público más fiel al sector.



Mortadelo y Filemón: el clásico que nunca dejó de ser un éxito de ventas



Si hay dos personajes fácilmente reconocibles por todos, estos serían Mortadelo y Filemón: la pareja de torpes detectives creada por Ibáñez en 1958. Aunque también antihéroes, se alejan del tipo de cómic social y apuestan por uno más ficcional. “No hay muchos personajes de nuestra historia de los cómics que hayan sido protagonistas de series de animación, álbumes de cromos, anuncios televisivos o campañas de publicidad de grandes empresas”, escribe Guiral en su libro Cuando los cómics se llamaban tebeos. Los peculiares agentes especiales cuentan con 214 álbumes publicados y han vendido más de 29 millones de ejemplares. En sus historietas se ha repasado la historia reciente de España y, hoy, su presente: podemos encontrar a Pablo Iglesias, el rey Juan Carlos I, Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría o Pedro Sánchez. Las historias de Mortadelo mueven en la actualidad el 20% de la cuota de mercado, seguidas por colecciones de Marvel, Astérix o Tintín.

Así, el clásico de Ibáñez se ha ido reinventando a lo largo de sus seis décadas de historia abordando la actualidad política, deportiva o social de cada momento, como podemos ver a lo largo de títulos como ¡Llegó el euro! (2000), Mundial 2010, La Gripe U (2010) o Sueldecitos más bien bajitos (2015). Encontramos casos muy claros en uno de los más vendidos: Corrupción a mogollón (1994), historieta que parodia el caso Roldán y la corrupción en general; en el también éxito de ventas El Tesorero (2015), que aborda el escándalo de Luis Bárcenas o en ¡Elecciones! (2015), un verdadero repaso satírico por la esfera política del país. Estos títulos demuestran, una vez más, que estas historietas, además de entretener, siguen siendo un termómetro de las preocupaciones de un país. El último título publicado data de junio de este mismo año: Tokio 2020, en el que –a diferencia del resto de la humanidad–, Mortadelo y Filemón viajan a la capital japonesa para vivir los Juegos Olímpicos. A veces el cómic refleja la realidad, pero en otras, como en esta, existe en él una vida paralea en la que el virus nunca irrumpió.





FUENTE: https://elpais.com/icon/cultura/2020-11-21/como-podiamos-reirnos-del-hambre-el-maltrato-o-la-muerte-un-repaso-a-aquellos-tebeos-que-leiamos-los-espanoles-y-hoy-serian-impensables.html?utm_source=Twitter&ssm=TW_CM#Echobox=1606034173
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Archivérez08
Agente especial


Registrado: 16 Jul 2017
Mensajes: 1046

MensajePublicado: 22/11/2020 20:48    Asunto: Responder citando

Mad Mad

Pero el título no me cuadra con el artículo: normalmente esta estrategia se utiliza para que se lea más el artículo, pero en este caso tira un poco para atrás. Rolling Eyes
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Carlitos Brown
Agente especial


Registrado: 12 Sep 2017
Mensajes: 671
Ubicación: Barcelona

MensajePublicado: 22/11/2020 20:57    Asunto: Responder citando

Buen artículo, aunque las cifras de venta no logro entenderlas. Laughing

Cita:
en 2019 se publicaron aproximadamente 2.193 títulos de cómic en España y se vendieron unos 4.343 ejemplares en total.
Confused
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Peanuts ha sido, es y será el mejor cómic del mundo. (Ray Bradbury)
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Androide
Agente veterano


Registrado: 16 Oct 2018
Mensajes: 454

MensajePublicado: 22/11/2020 21:17    Asunto: Responder citando

Carlitos Brown escribió:
Buen artículo, aunque las cifras de venta no logro entenderlas. Laughing

Cita:
en 2019 se publicaron aproximadamente 2.193 títulos de cómic en España y se vendieron unos 4.343 ejemplares en total.
Confused

Algo no me cuadra. ¿Se vendieron 2 ejemplares de cada título? 🙃
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DeOjeda
Agente doble


Registrado: 28 Abr 2013
Mensajes: 9203
Ubicación: Rodeado de cachirulos

MensajePublicado: 23/11/2020 09:48    Asunto: Responder citando

Androide escribió:
Carlitos Brown escribió:
Buen artículo, aunque las cifras de venta no logro entenderlas. Laughing

Cita:
en 2019 se publicaron aproximadamente 2.193 títulos de cómic en España y se vendieron unos 4.343 ejemplares en total.
Confused

Algo no me cuadra. ¿Se vendieron 2 ejemplares de cada título? 🙃


Lo Pais es un medio de comunicación con el mismo nivel de rigor periodístico que Trump escribiendo en Twitter
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Ardacho
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MensajePublicado: 23/11/2020 15:35    Asunto: Responder citando

Que osbsesión tienen algunos de mirar el pasado con los ojos de hoy en día
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Raul1981
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MensajePublicado: 23/11/2020 15:54    Asunto: Responder citando

+1000 a los comentarios de Ardacho y DeOjeda.

Lo políticamente correcto contra la expresión cultural de los años cincuenta (una vez más).
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Mi blog Arrow www.telodigoytelocomento.blogspot.com
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Señor Ogro
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MensajePublicado: 23/11/2020 16:28    Asunto: Responder citando

Aparte del evidente error señalado por Carlitos Brown (la segunda cifra habría que multiplicarla por mil), el artículo me parece en líneas generales bastante bien escrito y documentado, y no veo por ningún lado que esté juzgando el pasado con criterios de hoy en día. Lo que señala el titular (con toda la razón) es que muchas situaciones presentadas en aquellos tebeos serían impensables en la actualidad en una publicación para niños.
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magin
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MensajePublicado: 25/11/2020 16:35    Asunto: Responder citando

No sé qué vende ese artículo. ¿Un libro que mira con condescencia la actual censura disfrazada de pedagogía?

Eso de "hoy no sería posible", "políticamente incorrecto" ya lo sufrí hace siglos (en concreto, el XX) al leer algo sobre Eustaquio Morcillón. Me dio una pena pensar que no podrían haber más historietas de ese personaje. Hay que ser muy ridículo para pensar que te conviertes en un asesino de animales por leer historietas de safaris pero, mira por dónde, se debió de pagar al articulista igual que ahora.

Que digan: "España es un país de inútiles incapaces de sacarle provecho a esas historietas y personajes". Ahí sí, oiga, ahí sí.
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Señor Ogro
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MensajePublicado: 25/11/2020 18:01    Asunto: Responder citando

No me parece que el artículo pretenda vender nada. Y lo que comenta puede no gustarnos, pero es la verdad: hoy no podrían incluirse en una revista para niños historietas como las que publicaba Bruguera en los años 50. Pero ojo: el articulista en ningún momento critica estas historietas ni está diciendo que no deberían publicarse hoy en día ni defiende la dictadura de lo políticamente correcto, solo es testigo de una realidad. O al menos es lo que yo entiendo de la lectura, aunque ya me hacéis dudar de mi capacidad de comprensión lectora.
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Archivérez08
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MensajePublicado: 25/11/2020 20:27    Asunto: Responder citando

magin escribió:
No sé qué vende ese artículo.



La corrección política. No hay más truco.
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Señor Ogro
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MensajePublicado: 25/11/2020 21:34    Asunto: Responder citando

Ya no sé si estoy leyendo el mismo artículo que vosotros. En el artículo que me aparece a mí, el autor da fe de que hoy en día existe una cosa que llamamos corrección política que impediría que se publicaran ciertas historietas (cosa que a mí me parece más que evidente), pero por ningún lado veo que el autor se manifieste a favor de esa corrección política ni que quiera vendérnosla como algo deseable. Más bien al contrario: alaba el humor "tan mordaz como imaginativo" de esas historietas y critica "el tijeretazo de la censura".

¿Quizá estoy leyendo mal? ¿Alguien puede transcribir al menos alguna frase en la que el autor se muestre favorable a la corrección política o en contra de la publicación de esas historietas antiguas de Bruguera?
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magin
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MensajePublicado: 25/11/2020 22:09    Asunto: Responder citando

Cita:
Una asistenta de hogar a la que su señora trata de forma despreciable, dos niños fumando, un padre que los encierra en un cuarto lleno de ratas.


Hum... no he visto que Doña Patro tratara especialmente mal a Doña Petra, sobretodo tras haber visto el funcionamiento real del mercado laboral del siglo XXI y aprender que hay, desde los años 1980 en adelante, mujeres esclavizadas como "internas" desde los tiempos de "las filipinas" de los ricos riquísimos.

Niños fumando. Edad media de acceso al tabaco en España año 2017: 13.9 años. https://www.elindependiente.com/vida-sana/2017/10/09/la-edad-media-inicio-tabaco-se-fija-14-anos-consumo-mayor-mujeres/

Y me cuenta una compañera de trabajo nacida hacia los años 1980 que comenzó a fumar con 13.

No es influencia de Zipi y Zape.
Pocos fumadores lo harían con esos tebeos.

Lo del cuarto de las ratas como castigo teórico llevado a la práctica lo había oído yo en los primeros años del colegio.

Ratas de verdad, "grandes como gatos" como se suele decir, son habituales entre la mala limpieza y nula higiene de los ayuntamientos barceloneses del 2020. En donde vivo, que no es una banlieu de San Teodoros medio vecindarío se ha quejado de haber visto como una docena de ellas. La diferencia es que no están encerradas en un cuarto, así que son un castigo para todos y no solamente para esos niños.


La sorpresa me llega cuando continuamente leo sobre "series de televisión de humor rompedor y cáústico con gran irreverencia". Aquellos dibujos feos de finales de los años 1990 de la MTV, Los Simpson y algunas series de "imagen real". Cuando se traten esos tebeos de los años 1940-1980 estaría bien compararlos siempre tanto con otra ficción o diversión de aquellas épocas como con las ficciones o diversiones posteriores, en televisión, vídeojuegos ("se divertían disparando a muertos en vídeojuegos"), etc.

Esa falta de comparación la noto a faltar siempre en tales tipos de artículos.

Pero, de nuevo, pregunto por ¿cuál es el objeto de la noticia? ¿Es un artículo de opinión? ¿Hay en marcha reediciones? ¿Han sido vetados por el ministerio de la nueva verdad cambiante? ¿Son noticia en el sentido de "son de actualidad"?
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Archivérez08
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MensajePublicado: 25/11/2020 22:23    Asunto: Responder citando

Señor Ogro escribió:
Ya no sé si estoy leyendo el mismo artículo que vosotros. En el artículo que me aparece a mí, el autor da fe de que hoy en día existe una cosa que llamamos corrección política que impediría que se publicaran ciertas historietas (cosa que a mí me parece más que evidente), pero por ningún lado veo que el autor se manifieste a favor de esa corrección política ni que quiera vendérnosla como algo deseable. Más bien al contrario: alaba el humor "tan mordaz como imaginativo" de esas historietas y critica "el tijeretazo de la censura".

¿Quizá estoy leyendo mal? ¿Alguien puede transcribir al menos alguna frase en la que el autor se muestre favorable a la corrección política o en contra de la publicación de esas historietas antiguas de Bruguera?


Perdón si no lo he leído bien porque no lo he leído con mucho detenimiento
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